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Disintegration no es sólo uno de los discos más alabados de la carrera
de The Cure, sino, posiblemente, el más imprescindible de todos. Con
singles suicidas y una imagen oscurísima, consiguió llegar a más gente
que nunca. Que un disco tan triste y malherido como éste llegase al 12
en la lista de discos más vendidos elaborada por Billboard es uno de
esos pequeños milagros que ocurren en la música de vez en cuando.
Como en Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me, The Cure vuelven a aprovechar al
máximo la capacidad del CD. Las ambiciones de Smith se traducen en
canciones larguísimas, done la épica está diluida en una cadencia
suave, en paisajes sonoros ricos pero nunca exhibicionistas. Robert
Smith no quiere hacer himnos (aunque le salgan varias canciones que sí
lo son), y la banda se emplea a fondo: los patrones rítmicos son
exageradamente detallistas y complejos, los teclados brillan en todo su
esplendor, las guitarras se superponen unas a otras sin que haya
posibilidad de diferenciarlas y las líneas del bajo no se arrastran,
sino que agarran al oyente para guiarlo por todo el disco. The Cure en
Disintegration estallan, como cantan Los Planetas, en “colores aún por
inventar”, aunque adscritos todos a la trama de grises y marrones.
Hay
quien dice que Disintegration es un gran capítulo de dreampop, pero yo
lo dudo: su ambiente es demasiado claustrofóbico, su dolor por lo
perdido demasiado intenso. Que Robert Smith no dramatice no transforma
el disco en un sueño, porque la sensación final no es precisamente
dulce, aunque tampoco apunte maneras de pesadilla.
Plainsong abre el disco y lo emparenta directamente con Atmosphere, de Joy
Division. Como allí, el inicio de Disintegration es una canción llena
de magia real, de la que se puede tocar. Emotiva hasta la extenuación,
con chispas de teclados prendiendo cada segundo, es toda una
declaración de principios: la voz de Robert Smith, como todos los
instrumentos se pierde en el eco, como si estuviera cantada en medio de
una pradera azotada por el viento. Como si estuviéramos al borde del
fin del mundo. On the edge of the world, claro.
Pictures of You,
escogida como cuarto single, es una de las más carismáticas del disco.
Siete minutos de largo desarrollo, que mantienen el mismo toque etéreo
de Plainsong y contienen una de las letras más emotivas del disco, con
esas “fotos tuyas” sirviendo a Robert Smith para lo mismo que la
magdalena le sirvió a Proust: como simple instrumento del recuerdo.
Como
para el escritor francés, estilo es para Robert Smith una forma de ver
el mundo: no es que los Cure de Disintegration toquen canciones
tristes, sino que su realidad era así. If only I could fill my heart with love… susurra el cantante en Closedown
y no suena a simple deseo puesto en canción pop, sino a la realidad
vital de un músico con el corazón partido, incluso en lo profesional
(su banda volvía a estar al borde de la disolución).
He dicho antes que Disintegration es un disco de singles suicidas, pero hay dos excepciones. La primera es Lovesong, la cuarta canción del disco: pop encantador de letra simple y eterna (Whenever I’m alone with you / You make me feel like I am home again), estribillo acogedor (However
far away / I will always love you / However long I stay / I will always
love you / Whatever words I say / I will always love you) y una instrumentación radiante (con esos teclados en los que el Sr. Chinarro se ha mirado en no pocas ocasiones).
Last Dance, como The Same Deep Water As You, aporta cohesión al disco aunque no son canciones que resalten demasiado en escuchas sucesivas. Ahí la que nunca falla es Lullaby,
el segundo hit claro de Disintegration y un tema a la que el paso de
los año ha otorgado cierto halo mítico, casi tanto como a su vídeo. Si
en el futuro hubiese que explicar por qué en los años 80 el póster de
Robert Smith estuvo en las habitaciones de medio mundo, lo más lógico
sería recomendar a quien hiciese la pregunta que se viese el clip de
Lullaby.
Tras ella llega Fascination Street,
el primer sencillo extraído del disco. No sólo posee una intro casi
perfecta, sino que hace gala de una intensidad a prueba de escuchas. La
perfecta producción de todo el disco brilla aquí como pocas veces, con
el reverb acompañando a las guitarras mientras bajo y batería suenan
libre de ecos. Épica de dormitorio, psicodelia oscurísima, Fascination
Street es una canción que no se puede compartir: se disfruta mejor en
la intimidad, incluso cuando vas a los conciertos del grupo. Si existe
una categoría llamada “canciones para escuchar con los ojos cerrados”,
Fascination Street pertenece a ella.El cierre del disco, con la caricia tierna de Homesick y el aire fresco de Untitled,
deja al oyente con una sensación inaudita para un disco de estas
características. Pese a que Robert Smith nos ha estado guiando por
algunos de los lugares más golpeados de su alma, pese a que nos ha
contado cómo puede doler un adiós, el final del disco abre la puerta a
la esperanza.Atrás quedan minutos y minutos de música abigarrada, especialmente
gracias a los brillantes seis minutos de la canción sin título. Ahora, aun con Smith cantando que el tiempo de lo nuestro ha pasado, aun entonando estrofas tan punzantes como I’ll never lose this pain / Never dream of you again, Disintegration ya no duele: sólo emociona, deja con los ojos encharcados y con la necesidad de volverlo a disfrutar de nuevo.